Habla con las musas como si fueran tus amigos

Posted in reseña on 28/03/2011 by Gonzalo Viñao

Howl (Karma Films 2010), Dirección y guión: Rob Epstein, Jeffrey Friedman.

por Gabriela Cancellaro*


Hay obras que trascienden su tiempo y sus posibilidades iniciales no tanto por su calidad literaria como por las consecuencias de las temáticas que se atreven a encarar. Así podemos nombrar al Marqués de Sade como el máximo exponente de este grupo, o debatir acerca de si Casa de Muñecas de Ibsen es lo que es por su innegable calidad dramática o por su final inesperado y magistral: esa Nora que en pleno siglo XIX sale a buscarse a sí misma dejando atrás marido e hijos para ser una mujer completa.

Howl, la película protagonizada por James Franco (en el papel de Allen Ginsberg, padre de la generación Beat), cuenta la historia de una de esas obras señeras, que abrieron las compuertas de la represa que contenía a los escritores malditos de mediados del siglo pasado.

Basada en el juicio que tuvo lugar contra el poema homónimo, Howl combina tres relatos: la recreación del proceso contra el editor que se atrevió a publicar el libro (calificado de “obsceno” por la siempre conservadora y pacata sociedad estadounidense), una entrevista a Ginsberg – un cada vez mejor James Franco, en el papel del escritor homosexual que describió el sufrimiento de una generación sin metáforas que lo suavizaran – y la lectura en fragmentos animados de la primera parte del poema, que cuenta con uno de esos grandes inicios que tanto gustan a quienes juzgan los libros por el primer párrafo:

I saw the best minds of my generation destroyed by madness, starving hysterical naked, dragging themselves through the negro streets at dawn looking for an angry fix, angelheaded hipsters burning for the ancient heavenly connection to the starry dynamo in the machinery of night

(Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo, hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna,)

Howl, la película, es un ejercicio interesante de deconstrucción del relato cinematográfico, pero falla en la estructura general: el juicio resulta absurdo en el contexto actual, por la indefendible postura del fiscal a cargo del caso, cuya postura consistía en condenar por inmoral una obra que admite no haber entendido, y no da tiempo al espectador de ingresar a la trama dramática del proceso (un género en general exitoso en sí mismo en el cine norteamericano). Seguramente el caso fue en aquel momento tomado en serio por la opinión pública, pero la película no logra la identificación con los personajes ni con la historia, haciendo parecer la situación como absurda cuando en realidad era un claro atentado contra la libertad de crear y difundir.

Los fragmentos de lectura del poema, sazonados por animaciones de interpretación casi literal del relato, resultan sobreabundantes y se tornan aburridos por repetición. Si bien la intención es buena ni el nivel de los dibujos ni su arte no logran conmover con la misma fuerza con que lo hace el poema desnudo, sin interpretaciones de ningún tipo.

Sin embargo, Howl vale la pena, y eso se debe a la excelente interpretación de J. Franco de Allen Ginsberg. La entrevista, los monólogos acerca de la vida, la libertad, lo auténtico, la literatura, de los conflictos y las motivaciones de un autor son lo mejor de la película. La historia del propio Ginsberg, su comprensión del arte y su sensibilidad logran que los demás fragmentos de la película sean simples espacios de espera entre una secuencia de entrevista y otra.

Sobre todas las cosas, Howl es una reflexión sobre la literatura como acto individual y social, sobre el éxito (que el propio Ginsberg atribuye en gran medida al juicio) y sus avatares, sobre los guardianes de la moral (que abundan en todas las épocas), sus intentos de tapar el sol con un dedo y las consecuencias de intentar acallar las voces de los excluidos, que de una forma u otra se harán escuchar en el devenir de la historia.

Howl (película): http://www.imdb.com/title/tt1049402/

Howl: http://www.wussu.com/poems/agh.htm

Howl en español:

http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/creacion_simple2/0,1241,SCID%253D14605%2526ISID%253D287,00.html

 

Allen Ginsberg: http://es.wikipedia.org/wiki/Allen_Ginsberg

*Gabriela Cancellaro:
www.noentiendonada.wordpress.com

 

 

los misterios de Itaá Caabó

Posted in reseña with tags on 10/03/2011 by Gonzalo Viñao

Itá Caabo, Javier Alejandro Gauna (el tren zonal nº128)
por Ingrid Loschkin*

Itá Caabó, decía el título del libro que me regaló cortésmente Javier Gauna después de finalizado el recital de lectura que compartimos el año pasado. Un pequeño ejemplar de portada negra con la foto de un árbol en la misma. Imagen tomada por el propio Javier, ya que también se dedica a esta maravillosa actividad de fotógrafo. Escritor entrerriano, nacido en Concepción del Uruguay en 1979, que nos presenta Itaá Caabó como su primera publicación individual.

Mi curiosidad comenzó desde el instante mismo de leer el título, jamás en mi vida había tenido noticias de ese nombre. No le pregunté nada a Javier en el momento, hasta que comencé a leer su primer cuento; sí, es un libro de cuentos, que lleva por título este nombre propio de la cultura guaraní. Me agradó e interesó tanto la historia que no dudé en contactarme con el autor para indagar un poco más. Así fue como me fui enterando de algunas cosas, como que Itá Caabó es un árbol, un árbol que Javier conoció personalmente en sus recorridas por el país, con su espíritu aventurero; por lo que puedo afirmar que Javier Gauna nos lleva, a través de sus cuentos, por historias en las que es autor y testigo, tal el caso de este misterioso árbol. Muy enriquecedor transcribir sus propias palabras; “lo conozco al árbol. Yo tomé la foto de la portada. La historia es cierta, pero hay muchas leyendas al respecto (…). No hay datos específicos (…), por eso tan misteriosa su existencia. No hay acceso al público porque es un campo privado en una zona solitaria de Corrientes. Yo me pude acercar porque trabajé unos meses ahí.”

Imperdible relato para conocer un poco más los secretos que guarda nuestro maravilloso país y que gracias a Javier podemos conocer.

El libro continúa con historias fantásticas de diversos matices, donde revela, quizás, sus deseos de cambio, lo que yo llamaría “las ganas de volar muy lejos”, escapando a la torturante rutina. DESPERTANDO refleja esta sensación, despertando a una nueva vida, despertando a nuevos horizontes,  la utopía, tal vez, de caminar para alcanzar el horizonte, como bellamente lo describe Eduardo Galeano. Cuando finalicé su lectura no pude no pensar en mi admirado Julio Cortázar.

Los personajes de fantasía se suceden en encuentros con otros muy reales y argentinos, en medio de paisajes rurales; como el diálogo de un gaucho y lo que en principio parece ser un ángel. La remisión a leyendas se repite; “Anselmo, el hombre que venció al Demonio con un alpargatazo” dice por ahí. ¿Será cierto, che?

Pero Gauna no nos mezquina nada, conmovedor y angustiante, las sensaciones del autor se transmiten al lector como si fuese él el protagonista de la historia. También el lector se sentirá ACORRALADO, otro de los cuentos que le da forma a este libro;  o entrando por la LA ÚLTIMA PUERTA, con las similares conmociones del anterior y jugando a pleno con la fantasía.

Tampoco está ausente la reflexión, los conflictos que tenemos los seres humanos ante el poder ayudar al prójimo, lo que describe excelente en EL TIPO DE LA SILLA. No puedo dejar de recordar los murmullos y comentarios cuando Javier leía este cuento en el encuentro literario del mes de diciembre pasado.  Un relato que llevará al lector a reflexionar  sobre la propia indiferencia y la del resto de los mortales. Es interesante, también, el perfil que nos muestra de tipo sensible, el “ejercicio” que hacemos algunos de mirar a la gente que nos cruza por la calle, que vemos sentada en un banco de una plaza, sola y con la mirada perdida y ponernos a pensar cómo será su vida, cuáles sus penas, sus preocupaciones.

Vuelve a manifestar sus valores de provinciano, de entrerriano, del estudiante que por esas cosas del país, que Dios atiende en Buenos Aires o en las grandes capitales, el estudiante de las pequeñas ciudades debe dejar su tierra para llegar a la facultad.

Gauna se cuestiona hasta dónde somos capaces de ayudar a los más necesitados, a los marginados, olvidados… Pero también, el poner en evidencia que existe gente, mucha gente muy valiosa  que está dispuesta a tender una mano, como así también, otros tantos que siguen mirando para otro lado.

El estilo narrativo de Javier Gauna es muy peculiar y atrapante, ninguna historia queda servida para ser degustada sin masticarlas muy bien, nos invita a caminar por mundos de fantasía, a reflexionar, a ser protagonistas de sus historias poco convencionales. Itaá Caabó es un libro que nos propone  abrir puertas misteriosas y pasar a descubrir qué se esconde detrás de ellas.

Links:

Javier Alejandro Gauna:
http://www.flickr.com/photos/gaunameister/

*Ingrid Loschkin:
http://www.mialmaderio.blogspot.com/

leones en la ruta

Posted in reseña with tags on 23/02/2011 by Gonzalo Viñao

The road, Cormac McCarthy (Mondadori 2007)
por Gabriela Cancellaro*

¿Existían los libros que podían leerse como si fueran una película antes de la aparición del cine? ¿o son consecuencia de su invención, que transformó para siempre la manera de contar? ¿es el cine consecuencia de la narración o fue un elemento que modificó a la literatura de una vez y para siempre? ¿será tal vez que los que cambiamos fuimos nosotros, seres audiovisuales con cerebros acostumbrados a pantallas?

Cormac McCarthy podría responder estos interrogantes con autoridad, ya que cuatro de sus diez novelas publicadas hasta el momento atravesaron con suerte dispar el desafiante proceso de la adaptación a 35 mm.: All the pretty horses, No country for old men, Sunset Limited y The road, la historia que le valió el premio Pulitzer 2007.

The road podría definirse como una historia de pocas palabras. Silencios obligados por la necesidad de supervivencia, enseñanzas transmitidas de padre a hijo bajo una manta encontrada al costado de la carretera que lleva al mar. Una travesía a través de un mundo post apocalíptico en el cual no hay salvación en la tierra ni en el cielo.

Es la historia de un amor paternal leonino plasmado en un juego de matar o morir. Porque la muerte es la tercera protagonista: muertos los hombres, muerta la civilización. Solo resta caminar y caminar hacia el destino incierto: la vaga esperanza de una playa con la que el hijo sueña y a la que el padre lucha con denuedo por llegar. El mismo denuedo con el que trata de mantener viva la llama de la infancia en ese niño demasiado pequeño y vulnerable, nacido justo cuando ya no tenía sentido nacer.

Muerte, y amor para enfrentarla. Tal parece ser la fórmula de McCarthy, quien tiene predilección por los espacios abiertos e infinitos que nos recuerdan que no somos nada ante la inmensidad.

La confesada inspiración para The road en su paternidad tardía (a los 66 años) devela con claridad la metáfora: los temores acerca del fin de la existencia, el miedo visceral ante el hecho concreto y angustiante de cualquier padre ante la inminencia de la propia finitud y la preocupación por los que se deja atrás, cuando se siente que no están preparados para seguir solos.

La desesperación por la vida más allá de la propia vida y su devenir se adivina en todas las acciones del padre: su instinto animal, las toscas caricias durante los escasos momentos de tranquilidad y la mirada vigilante mientras el hijo duerme (un descanso acosado por los fantasmas grises de los otros – pocos – sobrevivientes, algunos resignados y otros mortalmente peligrosos).

El ritmo lento de la caminata se equilibra con los diálogos azuzados por la curiosidad natural del chico de seis años, brillantes en su economía para transmitir lo esencial, que en este caso es lo que se necesita para seguir andando.

En The road, la prosa es poesía. Precisa, compacta, certera. Heredero de la tradición de los mejores novelistas norteamericanos (a menudo comparado con Hemingway o London), McCarthy sitúa esta historia en la gran trama de la lucha del hombre contra el hombre y contra la naturaleza muda pero implacable.

La perfección de The road radica en esa belleza árida pero indiscutible. Una belleza desamparada que arranca lágrimas ante su verdad profunda: el amor de un padre por su cría y el temido, inevitable adios.

 

Links:

Cormac McCarthy en Wikipedia

*Gabriela Cancellaro:
www.noentiendonada.wordpress.com

 

el porvenir es la resaca del pensamiento

Posted in reseña with tags on 20/02/2011 by Gonzalo Viñao

«Riña de gallos», Sebastián Chilano (Ediciones B, 2010)

por Gonzalo Viñao*

“Dos de cada tres personas que se enferman deberían consultar a un nigromante. La restante debería morir en la hoguera, como los escritores.”

¿quién es la persona que tenemos con nosotros? ¿es siempre la misma persona? ¿somos nosotros siempre los mismos? ¿cuánto es capaz de cambiarnos el amor, el amor por otra persona, por alguien que un par de semanas atrás fuera un perfecto desconocido y hoy, en dos días o en media hora, se transforma en el centro de nuestras vidas? ¿y cuánto somos capaces de cambiar por desamor?

la persona a la que amamos ¿es la misma cuando dejamos de amarla? ¿cuando deja de amarnos?

esas preguntas, que podrían ponerse como ejemplo perfecto de la pregunta retórica, y que en ciertos momentos tienen la pésima costumbre de atormentarnos sobre un fondo de duda insoluble, me rebotaron en la cabeza sin pausa ni tregua durante toda la lectura de “Riña de gallos”; el entramado de emociones de donde surgen esas preguntas es el entramado sobre el que se sostiene toda la construcción de la novela y, al mismo tiempo, por extraño que resulte, es el entramado de emociones sobre el que se articula la escritura misma, el pulso del narrador, el “color” de la voz que nos cuenta la historia

una rareza: muchas veces el punto de partida de un relato está dado por el sonido particular de una emoción, generalmente tenue y lejana, difícilmente identificable, que suena como el eco de un eco en la cabeza del escritor; la dificultad que presenta alcanzar en la escritura estas emociones queda demostrada, sin dudas, por los muy escasos relatos en los que vemos a un autor representarlas con éxito; en esto sostengo la idea de que Sebastián Chilano es un escritor de verdadero talento: la serie de emociones de las que nace su novela recorren su escritura, y están presentes como una corriente subterránea que nos devuelve, una y otra vez, a las mismas preguntas sin respuesta, a la misma duda sin fondo, ¿quiénes somos en relación con los otros? ¿quiénes son los otros en relación con uno?

“Riña de gallos” es, entonces, una novela de desamor, una novela sobre el desasosiego del amor, sobre el desencuentro, sobre la pérdida de la identidad (de la propia, de la ajena, sobre la disolución de la identidad en el otro); circunstancialmente lo dice Gabriel, el protagonista de ese no romance, al hablar de Clara: “Mi amiga cree que sale con dos hombres, pero piensa que los dos hombres son la misma persona. (…) yo creo que, en realidad, sale con uno solo de esos hombres y ella quiere creer que son dos, o que el otro hombre piensa que es una y otra persona, y se lo hace creer a ella, o… ”

Como en las historias de amor de la vida cotidiana (por contrapartida al amor de la novela rosa), “Riña de gallos” es un juego de espejos, de unos espejos en los que cada uno busca el reflejo que le proporciona el otro, hasta que ese reflejo de pierde, se deforma, no se encuentra, y el juego ya no es un juego, y el deseo es ansiedad y el amor es desesperación, y las pasiones se transforman en versiones aberrantes de sí mismas. La identidad de los personajes, en el proceso, se disuelve por infusión en el caldo de la incertidumbre.

Me preguntaba, y lo hacía sinceramente, mientras leía la novela, ¿quién soy y quién dejo de ser a partir de los demás? a partir de esa persona que un día y por puro azar, autorizamos a redefinir arbitrariamente todos los parámetros de nuestro propio mundo, ¿quién soy y quién dejo de ser cuando esa persona, inexplicablemente (o no), se transforma en otra, o creemos que se transforma en otra? ¿y quién esa persona nueva y desconocida? ¿quién soy yo mismo a partir de ese momento?

los mundos que edificamos alrededor de los demás, alrededor de los otros (aunque no cualquier otro), se construyen y se desmoronan arbitrariamente y a la velocidad del viento, y no siempre nos encuentran prevenidos, preparados, aptos; ¿qué sucede entonces cuando no estamos atentos? ¿cuando no estamos en condiciones de aceptar esa destrucción? ¿cuando no estamos en condiciones de reconstruirnos… solos?

La novela de Chilano encuentra el espacio para narrar su historia en la zona indefinida del sinsentido que se dispara a partir de todas estas preguntas, y navega esa niebla sin respuestas, bajo la premisa de que “Cuando uno se enceguece, la verdad parece más turbia que una noche de tormenta.”

Links:

Sebastián Chilano

http://sebastianchilano.blogspot.com/

http://facebook.com/sebastian.chilano

*Gonzalo Viñao

http://costanegra.blogspot.com/

 

“Dos de cada tres personas que se enferman deberían consultar a un nigromante. La restante debería morir en la hoguera, como los escritores.”

“(…) el porvenir es la resaca del pensamiento.”

¿quién es la persona que tenemos con nosotros? ¿es siempre la misma persona? ¿somos nosotros siempre los mismos? ¿cuánto es capaz de cambiarnos el amor, el amor por otra persona, por alguien que un par de semanas atrás fuera un perfecto desconocido y hoy, en dos días o en media hora, se transforma en el centro de nuestras vidas? ¿cuánto somos capaces de cambiar por desamor?

la persona a la que amamos ¿es la misma cuando dejamos de amarla? ¿Cuándo deja de amarnos?

esas preguntas, que podrían ponerse como ejemplo perfecto de la pregunta retórica, y que en ciertos momentos tienen la costumbre de atormentarnos sobre un fondo de duda insoluble, me rebotaron en la cabeza sin pausa ni tregua durante toda la lectura de “Gallos de riña”; el entramado de emociones de donde surgen esas preguntas es el entramado sobre el que se sostiene toda la construcción de la novela y, al mismo tiempo, por extraño que resulte, es el entramado de emociones sobre el que se articula la escritura misma, el pulso del narrador, el “color” de la voz que nos cuenta la historia

una rareza: muchas veces el punto de partida de un relato está dado por el sonido particular de una emoción, generalmente tenue y lejana, difícilmente identificable, que suena como el eco de un eco en la cabeza del escritor; la dificultad que presenta alcanzar en la escritura estas emociones queda demostrada, sin dudas, por los muy escasos relatos en los que vemos a un autor representarlas con éxito; en esto sostengo la idea de que Sebastián Chilano es un escritor de verdadero talento: la serie de emociones de las que nace su novela recorren su escritura, y están presentes como una corriente subterránea que nos devuelve, una y otra vez, a las mismas preguntas sin respuesta, a la misma duda sin fondo, ¿quiénes somos en relación con los otros? ¿quiénes son los otros en relación con uno?

“Gallos de riña” es, entonces, una novela de desamor, una novela sobre el desasosiego del amor, sobre el desencuentro, sobre la pérdida de la identidad (de la propia, de la ajena, sobre la disolución de la identidad en el otro); circunstancialmente lo dice Gabriel, el protagonista de ese no romance, al hablar de Clara: “Mi amiga cree que sale con dos hombres, pero piensa que los dos hombres son la misma persona. (…) yo creo que, en realidad, sale con uno solo de esos hombres y ella quiere creer que son dos, o que el otro hombre piensa que es una y otra persona, y se lo hace creer a ella, o… ”

Como en las historias de amor de la vida cotidiana (por contrapartida al amor de la novela rosa), “Gallos de riña” es un juego de espejos, de unos espejos en los que cada uno busca el reflejo que le proporciona el otro, hasta que ese reflejo de pierde, se deforma, no se encuentra, y el juego ya no es un juego, y el deseo es ansiedad y el amor es desesperación, y las pasiones se transforman en versiones aberrantes de sí mismas. La identidad de los personajes, en el proceso, se disuelven por infusión en el caldo de la incertidumbre.

Me preguntaba, y lo hacía sinceramente, mientras leía la novela, ¿quién soy y quién dejo de ser a partir de los demás? a partir de esa persona que un día y por puro azar, autorizamos a redefinir arbitrariamente todos los parámetros de nuestro propio mundo, ¿quién soy y quién dejo de ser cuando esa persona, inexplicablemente (o no), se transforma en otra, o creemos que se transforma en otra? ¿y quién esa persona nueva y desconocida? ¿quién soy yo mismo a partir de ese momento?

los mundos que edificamos alrededor de los demás, alrededor de los otros (aunque no cualquier otro), se construyen y se desmoronan arbitrariamente y a la velocidad del viento, y no siempre nos encuentran prevenidos, preparados, aptos; ¿qué sucede entonces cuando no estamos atentos? ¿cuando no estamos en condiciones de aceptar esa destrucción? ¿cuando no estamos en condiciones de reconstruirnos… solos?

La novela de Chilano encuentra el espacio para narrar su historia en la zona indefinida del sinsentido que se dispara a partir de todas estas preguntas, y navega esa niebla sin respuestas, bajo la premisa de que “Cuando uno se enceguece, la verdad parece más turbia que una noche de tormenta.”

Ensayo sobre la lucidez

Posted in reseña with tags on 17/02/2011 by Gonzalo Viñao

Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago (Alfaguara)

por Paula Fernandez Vega*

José Saramago es, sin dudas, un escritor comprometido. Ideales fuertes, ironización del poder y una capacidad admirable para explayar una idea clara sin dejar de lado la elaboración de una novela genialmente construida. En el caso de «Ensayo sobre la lucidez», sus clásicos recursos, como lo son la utilización de la segunda persona del plural, la utilización de escenarios sociales (ciudades, multitdes, organismos de poder, etc.), el cambio de «cámaras» al estilo cinematográfico y un lenguaje coloquial y fluido, que se retroalimenta constamente a través de metáforas, aluciones a otras circunstancias, etc., se ven perfectamente enlazados.

Una historia que parte de un realismo mágico tan posible como disparatado y que, a través de la cotidiianeidad, el humor y el desarrollo aparentemente normal de una historia, nos inmiscuye en los aspectos más terribles y miserables del ser humano y de los mecanimos de poder. Quien se atreve a ver detrás del argumento, de la configuración de personajes mundanos, puede desentrañar grandes respuestas a los grandes problemas políticos y hasta sociológicos que acechan al mundo actual.

Por eso, además de ser un autor que interactúa abiertamente con el lector, lo involucra (o, lo que es mejor, le da la libertad de involucrarse) en una reflexión sobre su vida normal y un replanteamineto sobre lo que creía correcto y verdadero. No es lo que importa el argumento, porque al terminar la última línea, la sensación es que, aunque la historia sea otra, el final y la repercusión en el lector sería el mismo. Ese es uno de los logros más importantes e indiscutibles de Saramago: exceder los límites formales del desarrollo de modo que este sólo sea un medio para que una idea inicial quede clara y correctamente contextualizada.

Todos deberían leer a este autor. Y esta es, particularmente, una novela que se luce en estructura y se oscurece en sus intenciones incómodas, que tan lejos están de la literatura actual. Que indica que no hace falta una complejidad del lenguaje, una complicación temporal y espacial del argumento o una presentación exhaustiva de teorías filosóficas para contarle al mundo una nueva verdad, o al menos hacer que le comience a picar la duda. Y ese se sabe que es un camino de ida.

Links:

José Saramago en Wikipedia

*Paula Fernandez Vega: http://divaguesdiarios.blogspot.com

Entrerrianos

Posted in reseña on 14/02/2011 by Gonzalo Viñao

Damián Ríos, “Entrerrianos”, ed. Mansalva, junio de 2010.
por Carolina Bugnone*

“Ahora se cuenta la historia de Damián, el playero que atiende el turno noche de la Esso que queda enfrente de la terminal, y la más linda, la de la mejor de las guachas que viven del otro lado de la ruta. Es una historia de amor. No hay amor, no hay historia que no se complique con otras historias, otros amores: de una que voy a contar lo que pasó entre ellos dos y alguna gente más y lo que venía pasando y lo que aún hoy sigue pasando. Esta es, entonces, en un sentido, “el” amor, “la” historia. De última, estamos todos solos.”

Las historias de amor se complican con otros tipos de historias donde, en definitiva, gana la soledad. Está anunciado de entrada. Melancolía y estricta sencillez en el relato lo mantienen a uno cautivado en la “historia de Damián”, amor y desasosiego.

Para escribir sobre algo hay que tener al menos alguna distancia, si no es que la distancia se crea en el momento mismo en que se escribe sobre eso. He ahí el punto de dificultad con me topé al reseñar esta novela. Nacer y criarse en la misma ciudad que el autor y en que se desarrolla la historia, que se mencione en ella lugares y personas conocidas y queridas, son detalles de una sensación absolutamente personal y que, en verdad, al lector de esta reseña puede importarle muy poco.

Damián Ríos, oriundo de Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos, cuenta los días de un chico que disfrutó y padeció de una vida dura y hermosa a la vez. Sin apelar a la nostalgia como bastión, sin caer en el exceso de dulzura, sin embargo es tanto una cosa como la otra. El agua inundando todo, avanzando implacable sobre las calles ancianas, los gurises en la zanja mojados y asombrados por el poder del río. Los amigos del barrio, los vecinos, los conocidos en un pueblo chico donde siempre se sabe más de lo que se debiera. El amor. La muerte demasiado pronto, descripta con frescura y bellísima simpleza, la de un nene que mira lo que puede como puede de ese gran acontecimiento que lo agujerea. Crecer, irse a Buenos Aires. Irse y no terminar de irse. Intentar irse escribiendo una novela sobre eso.

Las palabras trasladan al lector hacia ese tiempo subjetivo, los detalles de un discurrir que conjuga una intensa carga emocional transmitida como sin querer, con un lenguaje claro y completamente coloquial, austero y modesto. Ríos tira las palabras, las larga, las suelta frente a la cara del lector como si fueran piedritas inofensivas, pero no lo son: pesan y mucho porque entraman los más profundos sentimientos del personaje, del narrador, del autor, de cualquiera que lo lea.

“El velorio estuvo divertido: se juntaron todos los tíos y se pusieron a contar cuentos. Al otro día la enterramos y esa fue la última vez que vi llorar a papá. Antes de que el cura diera el responso, en la entrada del cementerio, en una sala que hay frente a la administración. Papá había contado cuentos toda la noche y cuando llegó el cajón se fue atrás de unas columnas y estuvo un ratito ahí. Cuando volvió tenía los ojos rojos y me dijo ya cumplí. Y me preguntó si tenía cigarrillos.”
El relato va y viene desde la infancia y adolescencia en Concepción a la actualidad del narrador en Buenos Aires, con su cigarrillo, su computadora, su soledad y sus amores. Durante el relato no se pierde nunca la sensación de ajenidad del entrerriano emigrado a la gran ciudad, la ambigüedad de situarse como un escritor entre la gente y la vida de los porteños, y a la vez no soltarse del origen.

“Cuando digo nosotros pienso en un montón de gente y me doy cuenta de que con ese montón de gente no tengo casi nada que ver. Pero yo voy a parar por un tiempo con el cigarro y, pasado el pico de la crisis, voy a seguir escribiéndote esta novela, y pasándotela por debajo de la puerta y lo único que exijo es un silencio absoluto de tu parte. Ah, en la correspondencia íntima de Flaubert solamente hay alusiones al sexo y la más fuerte es: “te pido que pases esta carta por tus labios y también por ya sabes dónde”. No me mal entiendas, pero el otro día me lo preguntaste, histérica”.

Como dijo el autor que dijo Inés Acevedo, comentando su obra, “Entrerrianos” debería llamarse “Enterranos”. Enterrar a los muertos y a lo que está perdido, enterrar lo que se dejó, despedirse, dar sepultura y quedarse de una vez por todas en paz. Enterrar para que nosotros los lectores nos metamos en esa tierra, respiremos esa historia y nos dejemos tocar por esas imágenes, a través de una escritura que nos deja con ganas de más.

Finalmente, triunfa una daga de ternura filosa, el placer de lo leído como si fuera escuchado, la profundidad del cuento de una vida cualquiera, pura poesía disfrazada de novela.

Links:

Damián Ríos:  entrevista ed. Mancha de Aceite

*Carolina Bugnone: http://lasletrasynosotrosoque.blogspot.com/

Mi vida con Robert

Posted in reseña with tags , on 09/02/2011 by Gonzalo Viñao

«Éramos unos niños», Patti Smith.  Lumen, 2010.

por Gabriela Cancellaro*

§
“Robert y yo habíamos explorado los límites de nuestra obra y habíamos creado un espacio para el otro. Cuando subía a los escenarios del mundo sin él, cerraba los ojos y lo imaginaba quitándose su chaqueta de cuero, entrando conmigo en la tierra infinita de las mil danzas”.

§

3 de julio de 1967. Una chica de veinte años, desgarbada, no demasiado atractiva, muy delgada, de ojos oscuros y profundos llega a Nueva York con un bolso con poca ropa, cuadernos, pinturas, las Iluminaciones de Rimbaud y unos pocos dólares en el bolsillo. En esos primeros minutos en la ciudad, conoce a un chico de su edad, hermoso, luminoso, con ojos claros como el agua y rulos oscuros y desordenados.

§
Ninguno de los dos lo supo en ese momento – aunque no tardaron mucho en descubrirlo – pero ese encuentro iba a durar veintidós años. Ella era – o iba a ser – Patti Smith. Él, Robert Mapplethorpe (1946-1989), se convertiría en uno de los más celebrados fotógrafos del mundo.

§
Éramos unos niños es una historia sobre los difíciles y sinuosos caminos que se emprenden en la búsqueda del verdadero arte y del verdadero amor, aquel que no es romántico sino incondicional.
La historia de la amistad de estos dos artistas, la lucha por posicionarse en una ciudad inmensa y llena de oportunidades, una ciudad que acogía a los aventureros de tierras lejanas y los devoraba o los erigía, es a la vez un homenaje y una inspiración, una canción de amor a Nueva York y a Robert Mapplethorpe como uno de sus hijos dilectos.

§
La simpleza del relato, mérito de la multitalentosa Patti Smith, lo convierte por su vividez en una estadía en la Nueva York bohemia de fines de los ’60 y principios de los ’70, antes de que el neoliberalismo hiciera estragos en la cultura norteamericana. Su sencillez emociona sin bajezas, la belleza de los recuerdos se emparenta con el humor de la cotidianeidad de los buscavidas y el dolor de la pérdida de forma magistral.

§
La trama del ascenso de ambos a la cumbre artística de la época está presente, así como el retrato de esa sociedad utópica, conjura de talentos que fue el Hotel Chelsea, al que muchos entraron buscando formar parte del universo por el que se paseaban cualquier día Andy Warhol, Bob Dylan, Janis Joplin y Jim Morrison.

§
Pocos llegaron a los ’90. El sida, las sobredosis, la pobreza, la locura y el alcohol los mataron de a poco, como si el mundo no pudiera estar preparado para entregarles ese lugar que querían construir con arte y jipismo.

§
Patti Smith fue una de las pocas sobrevivientes, y desde estos años prosaicos vuelve la mirada a la poesía de su juventud, a la música que se abría paso como un torrente y a la estética de la fotografía y la pintura posmodernas.

§
Ambos, Robert y Patti, hallaron en el otro a la musa y al compañero. Después crecieron, se alejaron físicamente pero nunca dejaron de amarse profundamente, y ahí radica la mayor virtud de este libro: el motor del artista es la piedra de toque, aquello a lo que siempre puede volver, no importa cuánto tiempo, cuántos kilómetros, cuántas miserias traten de separar ese vínculo indestructible.

§§§

Links:

Patti Smith
http://es.wikipedia.org/wiki/Patti_Smith
http://www.goear.com/listen/b722a26/horses-patti-smith
Robert Mapplethorpe
http://www.mapplethorpe.org/portfolios/
http://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Mapplethorpe

§

*Gabriela Cancellaro:

http://noentiendonada.wordpress.com/

 

un inglés tan raro

Posted in reseña with tags on 06/02/2011 by Gonzalo Viñao

«Los versos satánicos», Salman Rushdie (1988)

por Gonzalo Viñao*

la novela empieza con dos tipos cayendo por el aire a veinte mil metros de altura, con ropa de calle, uno incluso lleva puesto un sombrero que no arredra frente al vértigo y el torbellino de semejante caída; el otro canta, el primero le pide silencio

uno de estos protagonistas, en el transcurso de la novela, se transforma en sátiro; el fantasma de una mujer persigue a su esposo en una alfombra voladora mientras el esposo viaja en tren, y le habla a través de la ventanilla; el Arcángel Gabriel es un actor indio que pasea por Londres y no entiende qué carajo está pasando, mientras los sueños que son delirios bíblicos se le injertan en la realidad

la historia es perfectamente verosímil de la primera hasta la última palabra: cualquiera diría que los sucesos transcurren en la realidad más ordinaria; al mismo tiempo, la novela es un manifiesto sobre la situación de los emigrados hindúes y musulmanes en Europa, sobre la intolerancia religiosa, sobre el racismo, sobre la capacidad individual de tolerar cualquier cosa a cambio de nada, sobre hombres que se transforman en monstruos al aceptar como ley natural la mirada ajena

la crítica emparenta a la novela de Rushdie con el realismo mágico, ese invento sudamericano que le permitió al negocio editorial vender libros de García Márquez e Isabel Allende; desde hace años, la incapacidad de los críticos de mirar otra cosa que no sea el propio ombligo los lleva a catalogar, bajo el rubro “realismo mágico”, cualquier cosa que no responda a los estándares de su mediocre percepción de la literatura; baste con decir que el mismo concepto de “realismo mágico” les parece una cosa tan inteligente…

el ciudadano británico Salman Rushdie, Caballero del Imperio desde 2007, llegó a Londres a la edad de catorce años, procedente de Bombay, ciudad en la que naciera en el año 1947 (como se dice generalmente) en el seno de una familia acomodada; su padre estudió en Cambridge, donde él mismo obtuvo en 1968 la maestría en historia, síntoma y consecuencia de aquel acomodo

Salman, además del nombre y la carga genética, tiene la facha de un perfecto y lascivo demonio salido de alguna ilustración de un kama-sutra impreso en el once; pero hasta ahí llegan todos sus vínculos con el infierno; Salman es un tipo tan pacífico, pero tan pacífico que, en un intento por evitar todo tipo de enfrentamientos violentos, decidió vivir oculto, y así lo hizo, entre 1989 y 1998

¿por qué alguien decide esconderse del público (y de los servicios secretos y de los terroristas de una importante cantidad de países) durante nueve años?

cuando leo los versos satánicos no puedo dejar de imaginarme a Salman en un estado de crisis paroxística después de mezclar en un peligroso cóctel una serie de elementos poco convenientes: la enciclopedia británica, el corán (en, al menos, una docena de ediciones y cuatro o cinco idiomas), el ramayana, una guía lonely planet sobre la India y el Bhagavad Ghita y el Mahabharata, la biblia (antiguo y nuevo testamento, evangelios, cartas, apócrifos y en especial un par de estudios recopilatorios muy completos sobre el Apocalipsis), el conjunto legislativo sobre inmigración en Europa, una reseña sobre Peronismo & Descamisados (y vaya a saber qué tipo de informes sobre actividad política en el río de la plata durante la década del ‘50), un compendio de psicología sobre la soledad y la locura mísitica, y…

según testigos confiables, Salman despachó la infusión de un golpe de garganta, una mañana de domingo antes de ponerse los calzoncillos, con un ojo puesto en la Babilonia frente al balcón de su casa (Londres), y el otro vuelto hacia las inefables profundidades de sí mismo, donde creyó ver a Dios, pero tardíamente confesó haberse equivocado (no era más que un raro efecto de la luz a esa hora del levante)

el resultado de la consecuente descompostura: esos increíbles versos satánicos que por aquel entonces despertaron el rechazo de cierto anciano, digamos, uno de esos personajes que “ejercen influencias”; me refiero a un tal Ruhollah Jomeiní, a quien era obligado denominar “ayatolá”, ya que se trataba del líder religioso del Irán

si la combinación de las palabras “Jomeiní”, “ayatolá” y “lider religioso del Irán” no son capaces por sí mismas de avivar nuestras imaginaciones, podemos completar el panorama con varias escenas de atentados con coches bomba, terroristas suicidas activando cinturones cargados con C4 en los shoppings y estaciones de trenes del mundo, secuestros dramáticos como aquel de los atletas israelitas en Munich, ejecuciones públicas, lapidación de mujeres, aviones cargados de pasajeros explotando en los aeropuertos, ejércitos de partisanos entrenando en campamentos secretos monitoreados por los satélites espías de los estados unidos, etc.

y la otra palabra que deberíamos tener en cuenta es “fatwa”, porque esa es la palabra que el Ayatolá Jomainí lanzó sobre la cabeza del ciudadano británico no violento Salman Rushdie en cuanto terminó la lectura de los versos satánicos, produciendo el efecto inmediato de acelerar el tránsito fecal en el esfínter del escritor

una fatwa es un pronunciamiento legal regido por las leyes del islam, base del derecho civil en los países islámicos; de los muchos especialistas y sacerdotes capacitados para emitir una fatwa, el Ayatolá es el único cuyas fatwas son indiscutibles e irrevocables, a tal punto que, incluso, sólo el mismo Ayatolá es el único autorizado a retirarla, suspenderla o cancelarla

en 1988 los versos satánicos desataron una controversia inmediata en el mundo islámico, debido a la supuesta irreverencia con que se trata en sus páginas a la figura del profeta (donde “el profeta” es sinónimo inmediato de “Mahoma”); en India la novela se prohibió el 5 de octubre y en Sudáfrica el 24 de noviembre, en la siguientes semanas la censura alcanzó a Pakistán, Arabia Saudita, Egipto, Somalia, Bangladesh, Sudán, Malasia, Indonesia, y Qatar; sumadas las poblaciones de esos países, algo así como al 35% de la población mundial se le negó la posibilidad de leer la novedad editorial de Salman Rushdie, esto sin contar a los seguidores del islam en los países no islámicos

entonces aparece el Ayatolá Jomeiní y, el 14 de febrero de 1989, manda a leer por Radio Teherán la fatwa que acusa al libro de “blasfemo contra el islam”, acusa a Rushdie de apostasía y ordena castigarlo con la muerte; esto quiere decir que Jomeiní hizo un llamamiento universal a todos los miembros del islam del mundo, ordenándoles matar a Salman Rushdie donde fuera que se lo encuentre (incluídos también aquellos editores que publicaron el libro) bajo pena de incumplir una ley religiosa; el estado de Irán, a instancias de Jomeiní, ofrece una recompensa de tres millones de dólares por la cabeza, sin vida, del escritor

arranca entonces una larga sucesión de protestas contra el libro, y esta increíble avalancha desencadena consecuencias impensables; enumeremos:

  • 12 de febrero de 1989: cinco personas “abatidas” (palabra que el periodismo entiende como sustituto políticamente correcto de “muertas”) por la policía en una protesta contra el libro en Islamabad.
  • en 1991, Hitoshi Igarashi, traductor del libro al japonés, es asesinado en Tokio; el traductor italiano es golpeado y apuñalado en Milán.
  • en 1993 el editor noruego de Rushdie, William Nygaad, es tiroteado en su casa en Oslo y resulta gravemente herido.
  • también en 1993, treinta y siete personas (pongamos el número para que quede claro: 37) mueren quemadas en un hotel en Turquía, a manos de los manifestantes que protestaban contra Aziz Nesin, tradutor de la novela al Turco.

en 1997 el estado de Irán duplicó la recompensa por la muerte de Rushdie, y al año siguiente el fiscal general de ese país ratificó la fatwa; el problema con esta fatwa es que el único con poder para retirarla es el Ayatolá Jomainí, muerto en el año 1989

en 1998, finalmente, el estado Iraní se comprometió públicamente a no perseguir a Rushdie, esto gracias a la intervención del gobierno Británico, en su búsqueda por normalizar las relaciones entre los dos países; sin embargo, muchos miembros del islam consideran que la fatwa de Jomeiní continúa vigente

Salman se ha manifestado sucesivamente como un hombre no religioso, aunque respestuoso del islam, y aún hoy defiende su novela y declara que no fue jamás su intención maltratar la figura de Mahoma; sus argumentos pueden leerse en su ensayo “In good faith” del año 1990

con un saldo de más de cuarenta víctimas en la memoria de los Versos Satánicos, Rushdie dejó de vivir oculto y continuó publicando sus libros, incluso se lo puede ver en dos o tres películas y (cuándo no, el amigo Bono con su nariz en todas partes) en el video de U2 “the ground beneath her feet”, compuesto sobre la letra de un poema escrito por Rushdie como parte de una de sus novelas

Links:

Salman Rushdie

*Gonzalo Viñao:

http://costanegra.blogspot.com/

Pulp

Posted in reseña with tags on 02/02/2011 by Gonzalo Viñao

“Pulp”, Charles Bukowski. Anagrama, Barcelona, 2010.

* por Carolina Bugnone

§

“Ella entró en mi oficina.
Bueno, o sea, aquello no era justo. El vestido le estaba tan apretado que casi le estallaban las costuras. Demasiados batidos de chocolate. Llevaba unos tacones tan altos que parecían zancos. Caminaba como un borracho contoneándose por la habitación. Un glorioso vértigo de carne.
-Siéntese, señora –le dije.
Se dejó caer y cruzó las piernas muy arriba, tan condenadamente cerca que se me salían los ojos de las órbitas.
-Encantado de verla, señora –le dije.
-Deje de hacerse el bobo, por favor. No tengo nada que no haya visto usted nunca.
-En eso se equivoca, señora. ¿Podría darme usted su nombre?
-Señora Muerte.
-¿Señora Muerte? ¿Es usted del circo? ¿Del cine?
-No.
-¿Lugar de nacimiento?
-Da lo mismo.
-¿Año de nacimiento?
-No se haga el gracioso.
-Sólo intentaba tener algunos antecedentes.”

§

“Pulp” es de esas novelas que uno no puede dejar de leer desde el primer párrafo. La dedicatoria del libro “A la mala escritura” marca de entrada el tono en el que se desarrolla. La historia discurre como agua pero de insípida no tiene nada, más bien lo contrario. Sabores ácidos, picantes y francamente humorísticos se deslizan desde el principio y no dan ningún respiro al lector.

§
Nick Belane, el protagonista, es un personaje que transita por la vida con desparpajo y aparente desinterés por cualquier cosa que no sea sí mismo. Un detective perdedor y alcohólico que se topa con las situaciones más inverosímiles, tan bien escritas y desarrolladas que uno entra en la trama como un personaje más, no sin impacto por el nivel de disparate y con placer por sumergirse en las escenas, que aunque completamente ridículas sostienen con asombrosa solidez el relato. El lector puede preguntarse si los acontecimientos son parte de la realidad en la historia o una serie de alucinaciones del protagonista producidas por el alcohol.

§
Centrado en unos pocos y deliciosos personajes, se reitera la figura de la mujer como un ser sexualmente provocador y deseable (deseo que Nick nunca concreta, porque es un perdedor o porque sencillamente le gana el interés por el vodka) y a la vez con el poder de destruir. Lo femenino es lo destructivo, y los hombres se presentan como seres brutos, violentos o simplemente estúpidos. Nick Belane se la pasa yendo detrás de algo, ese camino marca el hilo de la novela y las contradicciones e imposibilidades que se le multiplican a medida que cree avanzar cuando todo le indica que está detenido siempre en el mismo lugar.

§
La bebida, los bares, los camareros, las armas, las amenazas, las mujeres y las metidas de pata repetidas tejen el mundo ágil y atrapante que Bukowski nos tira en la cara con esta novela.
Uno tiene la sensación de que al autor realmente no le importa nada. Pero el humor recurrente y ocurrente entrama fragmentos en los que habla sobre la insensatez del mundo, la inevitable soledad de las personas, el tedio de dejar pasar la vida sin ideales ni nada que valga la pena, la inconsistencia de las cosas, el dejarse morir.

§
“Así que allí estaba yo, sentado, escuchando la lluvia. Si me hubiera muerto en aquel mismo instante nadie habría derramado ni una sola lágrima en todo el mundo. Tampoco es que yo lo quisiera. Pero era raro. ¿A qué grado puede llegar la soledad de un mamón? Pero el mundo estaba lleno de pedos viejos como yo. Sentados, escuchando la lluvia, preguntándose a dónde se había ido todo. Uno sabe que es viejo cuando se sienta a preguntarse a dónde se ha ido todo.”

§
Vale la pena mencionar que el final de la historia es de una poesía y delicadeza inesperada, en los últimos párrafos, contrastando brutalmente con el nivel de crudeza y acidez de toda la novela. Lo cual la hace indudablemente más interesante, y una pieza cítrica y divertida que brilla con luz propia.

§ §§

Links:

Charles Bukowski

*Carolina Bugnone:

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Endemia

Posted in crítica with tags on 31/01/2011 by Gonzalo Viñao

Endemia. Idea y dirección: Natalia Tripodi; participan: Débora Martínez, Victoria Ripodas, Melisa Arce y Natalia Tripodi (Compañía de teatro «La Pavota«).

El Club del Teatro (Rivadavia 3422; Mar del Plata, Argentina. tel. 0223 475-8790)

§

por Gonzalo Viñao*

No es usual que los actores tomen por asalto los escenarios; no es común que la creadora de una obra, que a la vez es su directora y su actriz, se ocupe de la iluminación, el vestuario y de la construcción de la escenografía; no es habitual una representación teatral que funcione como un delicado aparato de relojería.

El Club del Teatro dio espacio este verano a cuatro representaciones de la obra Endemia, protagonizada por Débora Martínez, Victoria Rípodas, Melisa Arce y Natalia Tripodi (directora), a lo que debemos sumar la excelente tarea de luces de Mariana Ben.

En las dos primeras representaciones a sala llena, realizadas durante el mes de enero, nos encontramos con un asombroso trabajo de coordinación e interacción, entre actrices de excepcional talento, que participan de una obra que no les hace ningún tipo de concesiones ni a sus intérpretes, ni a los espectadores.

Endemia se construye sobre la combinación de todos los elementos teatrales, luz, vestuario, actuación, sonido, manejo del espacio y la escena, buscando incansablemente el sentido en la sucesión de las imágenes y las impresiones que produce sobre el espectador. Ardua y cuidadosamente ensayada, la obra se coordina entre tres actrices que, aunque simultáneamente sobre el escenario y en permanente interacción, no pueden verse entre ellas.

Sólida e impactante, la obra alcanza una amplísima gama de sensaciones: desde el humor ácido al absurdo cotidiano, desde el perfil sentimental a la crítica mediática, pasando por el erotismo y el delirio, con la soledad y el desencanto como tema central, no hay respiro ni descanso.

Con la imagen elaborada y precisa del video clip, con la profundidad y la variedad de matices de una obra literaria, Endemia deja a los espectadores con la sensación de un corte en la provisión de oxígeno y la necesidad imperiosa de seguir reconstruyendo su mensaje en la imaginación, todavía mucho después de que el telón haya caído.

Restan dos funciones para el mes de febrero, martes 1 y martes 15, a las 22hs., siempre en El Club del Teatro (Rivadavia 3422). Nuestra más ferviente recomendación para el público: asistir a las dos.

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Links:

La Pavota

*Gonzalo Viñao

http://costanegra.blogspot.com/